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Una lección de obediencia

Las leyes de Dios para la naturaleza son obedecidas por la naturaleza. Las nubes y los vendavales, el sol y las lloviznas, el rocío y la lluvia, están bajo la supervisión de Dios y obedecen sus mandatos. En obediencia a la ley de Dios, el brote del trigo se abre paso en la tierra, “primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga”. Marcos 4:28. El fruto se ve por primera vez en forma de capullo, y el Señor lo hace desarrollar en sazón porque no resiste su obra. De la misma manera, las aves cumplen el propósito de Dios al hacer sus largas migraciones de país en país, guiadas a través del espacio libre por la mano de un poder infinito,

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¿Será que el hombre, hecho a la imagen de Dios, dotado de raciocinio y de habla, es el único que no muestra agradecimiento por sus dones y que desobedece sus leyes? ¿Se contentarán aquellos que pudieran ser realzados y ennoblecidos, capacitados para ser colaboradores suyos, con permanecer imperfectos de carácter y causar la confusión en nuestro mundo? ¿Quedarán impedidos por hábitos con tendencia mundanal y prácticas impuras los cuerpos y las almas de la heredad ganada por sangre? ¿No reflejarán ellos la hermosura de Aquel que ha hecho todas las cosas bien, para que por su gracia el hombre imperfecto escuche la bendición: “Bien, buen siervo y fiel... entra en el gozo de tu Señor?” Mateo 25:21.

Dios desea que aprendamos de la naturaleza la lección de la obediencia.

“En efecto, pregunta ahora a las bestias,y ellas te enseñarán;A las aves de los cielos, y ellas te lo mostrarán;O habla a la tierra, y ella te enseñará;Los peces del mar te lo declararán también.¿Qué cosa de todas estas no entiendeQue la mano de Jehová la hizo?”“Con Dios está la sabiduría y el poder;Suyo es el consejo y la inteligencia”. Job 12:7-9, 13.

“Bienaventurado el varón...” cuya delicia es “en la ley deJehová”...“Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas,Que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae;Y todo lo que hace, prosperará”. Salmos 1:1-3.

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El libro de la naturaleza y la palabra escrita se iluminan mutuamente. Ambas nos ayudan a conocer mejor a Dios instruyéndonos acerca de su carácter y de las leyes por medio de las cuales obra.

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